CAPÍTULO 1: La fuerza interior
¿Alguna vez te has fijado en las cicatrices que adornan tu cuerpo y te has detenido a reflexionar sobre su significado más profundo? En este mundo lleno de desafíos y adversidades, nuestras cicatrices no solo son marcas físicas, sino también testimonios de nuestro coraje y fortaleza interior. En esta entrada de blog, te invito a acompañarme en un viaje hacia las cicatrices que me hicieron fuerte, descubriendo cómo estas experiencias han forjado mi resiliencia y empoderamiento.
A veces nos encontramos en un punto de nuestra vida en que no sabemos por dónde empezar y estamos en esa fina línea que nos separa de la locura. Pero como dicen que la escritura sana las heridas, en este blog empezaré por el principio.
¿El principio de qué? Pues aún no estoy segura, pero de lo que sí estoy segura es de que la mujer que soy hoy en día ha sido gracias a todas esas cicatrices que llevo en mi cuerpo, tanto por fuera como por dentro.
Aún recuerdo cómo con tan solo cuatro años me ponían una mascarilla dentro de un quirófano para disponerse a operarme a corazón abierto. Escuché como el médico me preguntaba que si sabía contar hasta cuatro y luego de cuatro hacia atrás. A partir de ese momento tenía el presentimiento de que mi vida no iba a ser una vida normal. Cuando me desperté de la anestesia solo me preocupaba mi dedo pulgar vendado. Muchos días en la UCI de un hospital cuando eres tan pequeña tienen que dejar alguna secuela… digo yo.
Alguna que otra vez he escuchado a mi madre decir que el médico dijo que había sobrevivido por las ganas de vivir que tenía. Así que cuando estoy triste o tengo algún problema IRRELEVANTE, como una crisis existencial (y de esas tengo muchas), solo pienso en esa frase. Es increíble cómo los sentimientos pueden afectar nuestra perspectiva y cómo, en ocasiones, magnificamos nuestras preocupaciones cotidianas sin tener en cuenta la verdadera importancia que poseen.
Las emociones son una parte integral de lo que somos como seres humanos. Son como un océano en constante marea, y cada ola trae consigo una experiencia única. Cuando nos encontramos sumergidos en el abismo de la tristeza o nos enfrentamos a una crisis existencial, a veces es difícil mantener la perspectiva y recordar que nuestras preocupaciones, aunque parezcan abrumadoras, pueden resultar insignificantes en el gran esquema de la vida. Sin embargo, es en esos momentos cuando la frase de mi madre resuena en mi mente, me recuerda la fuerza interior que todos llevamos dentro.
La tristeza es una emoción compleja y poderosa. Puede envolvernos en un velo oscuro y hacer que nuestras preocupaciones cobren una magnitud exagerada. Es como si la tristeza se apoderara de cada fibra de nuestro ser, haciendo que cada pensamiento y cada problema se magnifiquen en nuestra mente. Pero en realidad, ¿Cuánto de lo que consideramos importante en ese momento realmente lo es? ¿Cuántas de nuestras preocupaciones cotidianas resistirían el paso del tiempo?
Esas crisis existenciales, aunque sean frecuentes en mi vida, también pueden servir como una señal de que estoy buscando respuestas más profundas y significativas. Pueden ser un llamado interno para explorar mis propios sentimientos y entenderme mejor. Pero es importante recordar que estas crisis, por más intensas que sean, no definen nuestra existencia ni nuestro propósito en la vida.
Cuando reflexiono sobre la frase de mi madre, encuentro consuelo en la idea de que hay una fuerza dentro de mí que se niega a rendirse. Es esa misma fuerza la que me impulsa a superar las pequeñas crisis y encontrar la resiliencia en medio de la tormenta emocional. Es un recordatorio de que, en el fondo, todos tenemos la capacidad de enfrentar los desafíos que la vida nos presenta, por más insignificantes o abrumadores que puedan parecer.
Los sentimientos, tanto los positivos como los negativos, son una parte esencial de nuestra existencia. Nos hacen humanos y nos conectan con los demás en un nivel profundo. Pero es fundamental recordar que nuestros sentimientos y preocupaciones deben ponerse en perspectiva. En esos momentos de tristeza o crisis, es útil recordar las palabras de mi madre y reconocer que nuestras ganas de vivir pueden superar cualquier obstáculo, incluso los problemas que parecen irrelevantes en comparación con la vida misma.
De esta manera nuestros sentimientos y emociones son una expresión de nuestra humanidad. Es a través de ellos que nos conectamos con nosotros mismos y con los demás. Y aunque a veces parezcan abrumadores, es importante recordar que nuestras ganas de vivir y nuestra resiliencia interna pueden ayudarnos a superar cualquier desafío que se nos presente en el camino. Así que, cuando te encuentres en medio de una crisis existencial o te sientas abrumado por problemas irrelevantes, recuerda que hay una fuerza interior en ti que te impulsa a seguir adelante. ¡No subestimes el poder de tus propias ganas de vivir!. Nos vemos en el siguiente capítulo….y recuerda que la vida es demasiado corta para vivir en la oscuridad.